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lunes, 30 de abril de 2012

CAMILO HENRÍQUEZ


CAMILO HENRÍQUEZ
(1769 – 1825)



El periodista y patriota chileno nació en Valdivia, el 20 de julio de 1769. Su padre, don Félix, pertenecía a una vieja familia colonial que en la capital había conocido épocas mejores, pero que ahora disfrutaba de una tranquila vida en provincia.

En la enorme casa familiar, con gruesas paredes de adobes y varios patios, creció sano y alegre el peque­ño Camilo. Su mente despierta y su curiosidad por todo demostraron a don Félix que la enseñanza que le daba un preceptor junto con otros niños no era sufi­ciente. Después de consultarlo con doña Rosa resol­vió escribirle a un pariente que tenía en Lima, tratan­do de interesarlo en el porvenir de su hijo. Al tío, clérigo de la orden de San Camilo de Lelis, más cono­cida como los Padres de la Buena Muerte, le entu­siasmó la idea, pensando que el muchacho podría re­sultar un fraile piadoso y servicial.



Cuando Camilo cumplió los 15 años, don Félix con­sideró que ya tenía edad para hacer el viaje solo y días, más tarde, entre las lágrimas de su madre y las recomendaciones de su padre, el muchacho se embar­có al país vecino. Al poco tiempo de llegar al claustro Camilo descubrió la excelente biblioteca del convento, entre cuyos libros estaban las obras de los filósofos antiguos y de los enciclopedistas franceses. Las ideas de la Revolución Francesa encendieron su joven espí­ritu, aunque ignoraba que algún día sería el encargado de propalarlas.

Sabía que estos libros estaban prohibidos, pero no podía dejar de leerlos y de volverlos a consultar una y otra vez. Empapado en sus ideas, no advirtió el peligro que corría hasta que lo sorprendieron con varios de ellos en su poder. Indignados, los frailes del con­vento no pudieron evitar que fuera acusado al Santo Oficio, máximo tribunal eclesiástico, famoso por los terribles castigos que imponía a los "herejes". Du­rante mucho tiempo fue perseguido, pero después de incontables alegatos y de la intervención de influ­yentes personajes en su favor, logró salir absuelto de la acusación.

Su carrera como sacerdote, sin embargo, ya no la po­dría ejercer en Lima. Fue enviado a Quito, pero encentrándose de vuelta por unos días en la capital pe­ruana, se enteró de lo que sucedía en Chile.

La sola idea de la independencia y el significado que las palabras fraternidad, libertad e igualdad estaban tomando en su patria, lo impulsaron a preparar su equipaje.

Apenas llegado, el cura de la "Buena Muerte" observó que el ideal de independencia sólo interesaba a una minoría, y que gran parte de los personajes que inter­venían en política se limitaban a atacarse entre ellos. Por medio de una proclama, y bajo el nombre de Quirino Lemáchez, lanzó el 6 de enero de 1811 el prime­ro de sus escritos, estimulando al pueblo y mostrán­dole su destino. Sus palabras produjeron un gran im­pacto porque hasta entonces las proclamas sólo conte­nían insultos y demostraciones de odio.

El efecto causado por las palabras del Fraile de la Buena Muerte también impresionaron a José Miguel Carrera. En enero de 1812, siendo Presidente de la Junta, el patriota no titubeó un instante en proponer­lo como director de la "Aurora de Chile", periódico que se editaría en la imprenta que el gobierno acaba­ba de adquirir a un comerciante sueco. 




Convencido de que él jamás podría empuñar un ar­ma, Camilo Henríquez ponía su pluma al servicio de la causa patriota, a la cual también servía como miem­bro del Senado. Ambos cargos, sin embargo, debió abandonarlos después del triunfo realista en Rancagua. Junto con cientos de otros patriotas, también emigró a Buenos Aires, donde se dedicó a escribir so­bre la situación chilena y a estudiar medicina. An­tes de regresar a Chile obtuvo su título, pero no ejer­ció por mucho tiempo.



Vuelto a su patria en 1822 por invitación de O'Higgins, entonces Director Supremo, fue nombrado dipu­tado por Valdivia y posteriormente por Copiapó, car­go que ocupaba cuando lo sorprendió la muerte, el 17 de marzo de 1825, a los 56 años de edad.